– Carlos Ruiz Zafón –
Paginas: 209 - 210
- Creí que no ibas a venir -dijo Bea.
- Eso mismo pensaba yo –repuse.
Permaneció sentada muy erguida, con las rodillas apretadas y las manos recogidas sobre el regazo. Me pregunte como era posible sentir a alguien tan lejos y sin embargo poder leer cada pliegue de sus labios.
-He venido porque quiero demostrarte que estabas equivocado en lo que me dijiste le otro día, Daniel. Que me voy a casar con Pablo y que no importa lo que me enseñes esta noche, me voy a El Ferrol con él tan pronto como acabe el servicio.
La mire como se mira un tren que se escapa. Me di cuenta de que había pasado dos días caminando sobre nubes y se me cayó el mundo de las manos.
- Y yo que pensaba que habías venido porque te apetecía verme –Sonreí sin fuerzas.
Observe que le inflamaba el rostro de reparo.
- Lo decía en broma –mentí –lo que si iba en serio era mi promesa de enseñarte una cara de la ciudad que no has visto todavía. Al menos, así tendrás un motivo para acordarte de mí, o de Barcelona, donde quiera que vayas.
Bea sonrió con cierta tristeza y evitó mi mirada.
- He estado apunto de entrar en un cine, ¿sabes? Para no verte hoy –dijo.
- ¿Por qué?
Bea me observaba en silencio. Se encogió de hombros y alzó los ojos como si quisiera cazar palabras al vuelo que se le escapaban.
-Porque tenía miedo de que a lo mejor tuvieses razón –dijo finalmente.
Suspiré. Nos amparaba el anochecer y aquel silencio de abandono que une a los extraños, y me sentí con valor de decir cualquier cosa, aunque fuese por última vez.
-¿Le quieres o no?
Me ofreció una sonrisa que se deshacía por las costuras.
- No es asunto tuyo.
- Eso es verdad – dije – es asunto solo tuyo.
Se le enfrió la mirada.
- ¿Y a ti que mas te da?
- No es asunto tuyo –dije,
No sonrió. Le temblaban los labios.
-La gente que me conoce sabe que aprecio a Pablo. Mi familia y…
- Pero yo casi soy un extraño –interrumpí – y me gustaría oírlo de ti.
- ¿Oír el que?
- Que le quieres de verdad. Que no te casas con el para salir de tu casa, o para dejar Barcelona y a tu familia lejos, donde no puedan hacerte daño. Que te vas y que no huyes.
Los ojos le brillaban con lágrimas de rabia.
- No tienes derecho a decirme eso, Daniel. Tú no me conoces.
- Dime que estoy equivocado y me iré. ¿Le quieres?
Nos miramos un largo rato en silencio.
-No lo sé –Murmuró por fin – No lo sé.
- Alguien dijo una vez que en el momento en que te para a pensar si quieres a alguien, ya has dejado de quererle para siempre* –dije.
Busco la ironía en mi rostro.
-¿Quién dijo eso?
-Un tal Julián Carax.
-¿Amigo tuyo?
Me sorprendí a mi mismo asintiendo.
-Algo así.
*Esta frase, ha cambiado mi vida. Ya de por si el libro me ha marcado muchísimo, pero esa frase… Estaba en el porche de la casa, llovía, yo leía con ansia de saber el final.
Me imaginaba a Daniel y Beatriz hablando paseando por Barcelona, tengo el mi mente todos los escenarios del libro, podría hacer una película, sé cómo serían cada uno de los personajes, incluso un actor me pega pera uno de los protagonistas.
Como iba diciendo, leí esa frase… y vi una luz después del túnel. Me quede mirándola como ese feligrés en misa que reza, y mira el misal con pasión, intentando buscar la solución por ciencia divina en la oscuridad de la Iglesia. Eso me pasó a mí, solo que la revelación divina, vino en forma de papel y tinta de imprenta, impregnada en la página 210 de la edición 57 de la Sombra del Viento.
